martes, 19 de junio de 2012

CAMBIO SOCIAL


Cambio Social
Para el materialismo histórico el cambio social se explica básicamente a partir del cambio en el sistema productivo de cada sociedad y del enfrentamiento entre las clases antagónicas generadas por el sistema productivo.

  

Si entendemos por cambio social no tanto la movilidad social de un individuo de una clase a otra sino el cambio de las instituciones, leyes, sistemas políticos..., en definitiva el cambio que observamos en la historia, el materialismo histórico propuesto por Marx presenta una interpretación característica. Para Marx el motor de la historia es consecuencia del enfrentamiento entre clases opuestas, el enfrentamiento entre la clase explotada y la clase explotadora (clases que adquieren diferentes rasgos en cada época histórica: esclavos-amos, siervo-señor, proletario-burgués). Los distintos movimientos sociales, los distintos acontecimientos históricos, descansan en último término en el afán de la clase dominante por perpetuar su dominio, por satisfacer su interés, y en el afán de la clase oprimida por romper el yugo de la opresión, por liberarse de la condición de explotación en la que vive. Este enfrentamiento es inevitable, y en gran medida independiente de las voluntades y conciencias de los individuos particulares, pues es consecuencia de la sociedad misma y del desarrollo técnico y económico alcanzado en cada momento histórico y gracias al cual las distintas sociedades resuelven el problema de la supervivencia. Cada modo de producción da lugar a sistemas de dominio propios, a clases sociales peculiares. El modo de producción capitalista ha dado lugar a las clases sociales antagónicas de la burguesía y el proletariado.

Sin embargo, Marx fue optimista y consideró que el enfrentamiento entre clases sociales antagónicas no era un destino absolutamente inevitable de la humanidad, antes bien, creyó que el propio hombre puede hacerse dueño de su destino y eliminar este antagonismo. Y ello precisamente como consecuencia de la praxis revolucionaria, de la actividad de cara a la transformación del sistema político: dado que todas las situaciones de dominio tienen como fundamento último la existencia de la propiedad privada, podremos eliminar la opresión de un grupo sobre otro si eliminamos la propiedad privada. Hay que insistir en que esta valoración es optimista pues cabe pensar que la opresión de un grupo sobre otro, la injusticia y el sufrimiento, descanse en algo más básico aún que la propiedad privada, o que tal vez acompañará al hombre hasta el fin de la humanidad. Marx no defiende esta concepción pesimista y considera que, eliminadas las causas sociales, eliminaremos el sufrimiento de la humanidad. La transformación de la sociedad precisa de una acción revolucionaria que suprima la clases sociales. En este punto las ideas de Marx no son claras: en algunos textos se subraya el carácter inevitable del fin del capitalismo (se dice por ejemplo, que en función de sus propias leyes, el capitalismo cava su propia tumba); sin embargo es más afín a su pensamiento la tesis de que el paso a una sociedad nueva se ha de hacer merced al esfuerzo revolucionario del proletariado.

El pensamiento marxista posterior al propio Marx suele establecer las siguientes fases en el proceso revolucionario hacia la sociedad sin clases:

1) La democracia: en esta etapa se constituye la "dictadura del proletariado" mediante la toma del poder político. Los marxistas suelen distinguir entre democracia obrera y democracia burguesa:

· en la democracia burguesa la libertad de los individuos es meramente formal, es una libertad proclamada por la ley vigente pero que no viene acompañada por la posibilidad material para su realización. En esta democracia el verdadero poder está en manos de la burguesía y no de la clase trabajadora, a la que se le dan derechos sobre el papel pero no las condiciones materiales (económicas, políticas y sociales) para que realmente la ejerzan;

· en la democracia obrera es la clase obrera la que ostenta realmente el poder, impidiendo mediante leyes y medios coercitivos diversos (policía, ejército, expropiación de tierras, control de los movimientos financieros, nacionalización de la banca y de las fábricas,...) la explotación de una clase social por otra. Desde el punto de vista de los obreros es una democracia porque el poder descansa en esta clase social, poder que se expresa institucionalmente en la creación de consejos obreros en las fábricas, o en órganos políticos en manos del partido comunista. Desde el punto de vista de la burguesía es una dictadura pues se emplean medios coercitivos para perseguir a los que defienden ideas contrarias a los intereses de la clase trabajadora y la violencia en la expropiación de las riquezas de los burgueses.

2) El socialismo: en esta fase se potencia el papel del Estado como instrumento para racionalizar la producción (economía dirigida, planes quinquenales para la economía, ...), la distribución a toda la población de la riqueza generada (sanidad pública, educación pública, obras públicas, subsidios, ...) y el control social (represión de los grupos que quieran volver a instaurar la propiedad privada y el sistema de clases sociales). En esta fase el Estado consigue un intenso desarrollo de los medios de producción y de la riqueza social y va eliminando las diferencias económicas y sociales de los distintos grupos o clases sociales que pudieran aparecer.

3) El comunismo: o culminación del proceso revolucionario. Es la fase definitiva en el desarrollo de la humanidad y con ella comienza la auténtica historia humana. Auténtica historia porque sólo en ella el hombre es realmente protagonista de su destino, sólo en ella se ha hecho dueño de sí mismo; frente a esta fase, todo lo ocurrido antes al ser humano pertenece a su prehistoria. Es una época de abundancia, de plenitud, en donde ya habrán desaparecido definitivamente las clases sociales, los intereses particulares, e incluso el Estado, al menos el Estado entendido como el instrumento de un grupo para dominar sobre otro.



En relación con el proceso revolucionario como momento necesario para la superación de la sociedad capitalista y la instauración del comunismo, es preciso recordar también las siguientes consideraciones:

· respecto del uso de la violencia: muchos partidos comunistas, particularmente hasta los años setenta del siglo XX, consideraron que ésta era legítima y crearon grupos armados (guerrillas, grupos terroristas, ...);

· en cuanto a la dictadura del proletariado, los sistemas políticos instaurados tras las revoluciones propiciadas por los partidos comunistas como el ruso, chino, cubano..., la han defendido; otros partidos comunistas, por ejemplo los creadores del socialismo democrático como el eurocomunismo de los partidos comunistas francés, español e italiano, han rechazado este método y han propuesto la persuasión democrática, el convencimiento de los electores antes que la violencia política como método para llegar al socialismo.

La posición de Carlos Marx sobre estas importantes cuestiones no está clara: no fue totalmente explícito en la valoración de la violencia como instrumento para la toma del poder por parte del proletariado, ni de la legitimidad de la violencia del Estado (dictadura del proletariado) sobre grupos sociales distintos a la clase obrera, aunque los textos parecen avalar una interpretación autoritaria del poder político (legitimación de la violencia y de la dictadura del proletariado). Tampoco explicó con claridad las peculiaridades del sistema social que llamamos socialismo y mucho menos el que llamamos comunismo.

De este modo, la praxis revolucionaria no hace mas que realizar el ideal filosófico de Marx expuesto en su tesis XI sobre Feuerbach: "los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo".

El cambio social y los movimientos sociales

Podemos comenzar haciendo tres precisiones en torno a la relación que los movimientos sociales tienen con el cambio social:

1. La utopía no ha de entenderse como un modelo cerrado que se propone y al que hay que llegar, sino como el entendimiento de que una sociedad alternativa, emancipada, es posible, marcando puntos de avance hacia los que dirigirse, pero no líneas predeterminadas. Se asumen las críticas hechas al dogmatismo, al diseño social por decreto, al utopismo ingenuo... pero se utilizan tales constataciones dentro del proyecto liberador por el que se sigue apostando, a diferencia de las corrientes desmovilizadoras (por aceptar lo que hay como mal menor, por recrearse en la crítica paralizante más o menos posmoderna, etc.). Por otro lado, una humanidad emancipada no se concibe como un mundo angelical, exento de conflictos, sino como el hecho de que éstos se regulan positivamente entre personas iguales en poder y medios materiales.

2. Creemos que los movimientos sociales críticos son coherentes, dentro de su gran diversidad, con una concepción dinámica y dialéctica de la historia, en la que son posibles los avances emancipatorios y los retrocesos, así como las ambivalencias, y donde el conflicto juega un papel central, pero la cooperación es tan posible como la competición. El que predomine la dominación y la explotación o la cooperación y la justicia es fruto de la misma historia, en la cual los movimientos sociales juegan su papel.

3. Los movimientos sociales surgen y se desarrollan en relación con el contexto histórico de un momento dado, pero trascendiéndolo, al plantear su transformación. Podríamos decir, con Marx, que “los seres humanos hacen su propia historia, pero no en circunstancias de su propia elección”. Filosóficamente, lo que deseamos ser, si empapa nuestra vida, ya nos constituye en el proceso de pretenderlo: “como momento de un proceso histórico, la realidad anunciada se encuentra ya presente en el acto de denuncia y anunciación” (Freire, 1990, p. 78).

2. Aportaciones relevantes de los movimientos transformadores

Cada movimiento social aporta un conjunto de denuncias y de propuestas específicas y, a la vez, trascendentales. Así, podemos mencionar el conflicto de clase (movimiento obrero), el de la dominación de sexo-género (movimiento feminista), el conflicto de naturaleza medioambiental (movimiento ecologista), el de la dominación y desigualdad norte-sur (movimiento de cooperación al desarrollo y/o internacionalista), la distinción entre conflicto destructivo y conflicto constructivo (movimiento pacifista), etc. Sin embargo, lo que ahora nos interesa es qué tipo de aportaciones globales pueden fundamentar la totalidad del proceso emancipatorio. No creemos que todos los movimientos sociales sean lo mismo, ni que deban fundirse en uno solo, sino que es posible encontrar raíces comunes que conecten a unos y otros, tal como suele suceder en la práctica social de forma, al menos, puntual. Y es necesario que cada cual continúe cuestionando y construyendo desde su propio campo de actuación.

¿Cuáles son esas aportaciones comunes y más relevantes de los movimientos sociales emancipatorios? Consideraremos algunas de ellas, en una selección forzosamente personal y sesgada.

a) Concepción del ser humano y de la sociedad

1. Se considera la sociedad como un conjunto de personas que deben desarrollarse en relación y no como una lucha de individuos en una dinámica de “suma cero”. Así, el deseo de supervivencia, de crecimiento y de placer son fuerzas positivas, creadoras, en lugar de dominadoras, excluyentes, competitivas y destructoras.

2. La sociedad es histórica y cambiable. La sociedad es compleja y autoconsciente, por lo que no es planificable como si de un objeto se tratara; pero por esa misma complejidad y por la autonomía de los seres humanos, espoleados por los conflictos de diversos tipos, las sociedades son siempre dinámicas en mayor o menor grado.

3. La finalidad de la vida en sociedad no ha de ser técnica (el crecimiento económico), sino que debe buscarse la emancipación para una vida plenamente humana, siendo los sujetos libres, iguales en poder y de forma solidaria, quienes han de definir su destino.

4. Centralidad del conflicto; lo social es problemático. El conflicto es visto como algo consustancial a la sociedad humana y como algo necesario para el avance social. Lo que ha de evitarse es el conflicto destructivo, pero también el ocultamiento del conflicto: en muchas ocasiones es necesario activar, hacer visible, radicalizar, un conflicto que estaba latente.

b) Fundamentos de la acción emancipatoria

1. La emancipación ha de dirigirse a la totalidad del género humano, teniendo en cuenta además las consecuencias para las generaciones futuras. Ello no implica que no se pueda luchar por objetivos particulares de un grupo, siempre que sean universalizables y no supongan la dominación de otros.

2. Crítica a la realidad. No hay movimiento social si no hay voluntad de superación de la realidad en un momento dado. No hay acción emancipadora si no parte de la denuncia de lo que hoy amordaza, limita, destruye a lo humano. Algunos aspectos resultan especialmente rechazables: la pobreza, las limitaciones de la democracia real, la violencia, la dominación y la desigualdad (de sexos, clases, minorías-mayorías...), la mercantilización de la vida y la cosificación de las personas, el “más es mejor”, la confusión de los medios con los fines –mito tecnológico-, la destrucción y el empobrecimiento (de culturas y del medio ambiente), la imposición de modelos únicos (sexuales, culturales, económicos...), la competitividad, la privatización de lo colectivo, la despersonalización, la manipulación, etc. La visión crítica, también debemos advertirlo, no equivale a defender, sin más, “lo contrario” a lo habitual o a las propuestas de las élites dominantes, sino que hay que mostrar su validez intrínseca y su coherencia.

3. La opresión es múltiple y global. No sólo existe opresión en el ámbito político, sino también en lo cotidiano, en toda relación humana presidida por la fuerza, y esta fuerza también es múltiple (económica, simbólica...). La opresión, por tanto, es también económica y relacional, de ahí que existan conflictos en relación con el poder, con la distribución material y “conflictos de reconocimiento”, como los relacionados con la homosexualidad, los étnico-culturales, los de identidad, etc.

4. El fundamento de la acción social no puede ser científico ni técnico, sino moral o ideológico. Puede discutirse entonces cuál resulta ser la base irrebatible desde la que se defiende la emancipación. La respuesta quizá sea que no existe tal base irrebatible para ninguna opción ideológica o moral, tampoco para otras que se ocultan tras un ropaje religioso, técnico o bien de “sentido común” (que suele ser el pensar hegemónico capitalista y tecnocrático). Seguramente, si seguimos ahondando en el fundamento último de los valores que defendemos, tengamos que admitir que se trata de elegir entre fomentar la dominación-competición-promoción individual o el amor-cooperación-desarrollo personal. El decidirnos por lo segunda opción no implica ningún tipo de ingenuismo, pues se hace a sabiendas de que exige condiciones políticas que la hagan posible y, dada la realidad que vivimos, la denuncia y el conflicto social. Esta opción permite, a la vez, soslayar las tendencias que dentro del campo crítico responden a concepciones dominadoras (autoritarismo, violencia por la violencia...).

5. Podemos considerar como valores fundamentales la conocida tríada de igualdad, libertad, solidaridad. Aunque de origen ya clásico, mantienen su vigencia, pero hemos de tener en cuenta que han sido enriquecidos y matizados por la práctica social, y también manipulados con finalidades conservadoras, por lo que son necesarias algunas precisiones:

a. La igualdad no ha de ser entendida como equivalente a uniformidad, sino como igualdad legal y real de posibilidades de realización y de opción; la igualdad no es ni siquiera real en los regímenes homogeneizadores, dado que, sin libertad, existe una desigualdad de poder entre quienes detentan el poder y entre el resto..

b. La libertad no es la del liberalismo, sino que sin igualdad se considera papel mojado, y sin espíritu colectivo, individualismo; por el contrario, la libertad se entiende como radicalización de la democracia, como apropiamiento de la propia capacidad de decisión y como derecho a la diferencia.

c. La solidaridad no es la caridad, sino el establecimiento de condiciones justas y el apoyo a la lucha que las promueve.

d. Además de denunciar las manipulaciones que se pueden hacer de cada uno de esos tres valores, sobre todo cuando se dan de forma separada, se considera fundamental la aplicación de todos ellos a los diferentes ámbitos de la vida social (igualdad no sólo política, por ejemplo).

e. La diversidad (cultural, personal, ideológica...) la sustentabilidad ecológica han de considerarse como valores emergentes de las últimas décadas, llamados a jugar un papel clave también en el futuro.

f. La diversidad no ha de utilizarse nunca para justificar o enmascarar la desigualdad.

c) Las formas de actuación de los movimientos sociales

1. En la transformación social, las personas actúan como sujetos activos y no sólo pasivos, si bien la desigual capacidad de influencia es uno de los campos de desigualdad y de conflicto. Igualar esta capacidad de influencia es uno de los objetivos de los movimientos sociales, sin que para ello unas personas dirijan y otras sean dirigidas (reducidas a objetos respecto a los sujetos dirigentes). Esta transformación se da necesariamente con otras personas. Las dos ideas se sintetizan al decir que “no se puede afirmar que alguien libera a alguien o que alguien se libera solo, sino que los hombres se liberan en comunión” (Freire, 1997, e.o. 1970, pp. 172-173).

2. Es necesario cambiar las estructuras opresoras y no sólo paliar sus efectos, pero a la vez hay que buscar siempre las posibilidades para la acción concreta, tanto en el sentido de evitar el estructuralismo que paraliza la acción colectiva como en el de que se consigan efectos reales en las situaciones concretas que viven las personas.

3. Resulta imprescindible la acción, que ha de ir unida a la reflexión. Sin acción, no hay movimiento social ni cambio, pero sin reflexión (lo que no quiere decir que ésta se realice formalmente) la actividad será mecánica. La praxis posibilita la reflexión sobre la práctica desde parámetros no cotidianos, fuera del pensamiento hegemónico.

4. Las personas y grupos aumentan su poder mediante la acción social, no esperan a que sus reclamaciones sean escuchadas: el hecho de participar, denunciar, proponer, crear... es considerado ya una forma de apropiación de la vida personal y colectiva (empoderamiento). Los sectores más sometidos en un momento dado no han de ser “liberados” por otros, sino que se trata de que aumenten su capacidad de influencia (lo que no quiere decir que no deban ser apoyados por otros colectivos en la transformación de las estructuras que hacen posible su sometimiento).

5. Se mantiene una concepción amplia de lo político. Desde una de las vertientes de la teoría marxista, fue Gramsci quien, utilizando el concepto de “hegemonía”, destacó la necesidad de la lucha cultural como necesidad política. El movimiento feminista, por su parte, ha denunciado la división entre lo público y lo privado como una forma de reproducir en este campo las relaciones de dominación, así como la necesidad de superar tal división: “lo personal es político”. Otros movimientos sociales explicitan la necesidad de “cambiar la vida” en las relaciones cotidianas, en la producción y consumo, etc. como componentes de un cambio sociopolítico real.

6. La propuesta emancipadora abre a la discusión los mismos fines que propone, en lugar de hacer una propuesta supuestamente a-ideológica, objetiva, y no cuestionable, como es propio de las opciones conservadoras y/o dogmáticas. Se defiende también una actitud autocrítica: nadie se considera en posesión de la verdad absoluta, toda la acción ha de someterse a la crítica. Cuando esto deja de ser así, habría que dejar de considerar emancipatorio a un movimiento. Los errores no invalidan todo lo demás, pero el dogmatismo o el encerramiento en la incoherencia, sí que suponen una negación de la finalidad liberadora.

7. Utopía, radicalismo, reforma. Es éste un punto en el que las discrepancias entre unos movimientos sociales y otros pueden ser fuertes, aunque creemos que caería fuera del interés emancipatorio tanto el extremo que por aparentemente radical no actúa, como el otro que en el actuar olvida lo utópico.

miércoles, 29 de febrero de 2012

miércoles, 22 de febrero de 2012

Honduras: ¿Estado Laico?



La Constitución de la República establece que Honduras es un Estado Laico (nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno del mismo, ya sea en el poder legislativo, el ejecutivo o el judicial) pero, ¿en realidad Honduras es un Estado Laico?

Basta con encender la TV y ver como hoy (Miércoles, 22 de febrero) muchos/as representantes de la administración del Estado se ensucian sus frentes con ceniza, conmemorando una celebración meramente católica, aunque todos/as pueden profesar la religión que mejor les parezca deben hacerla de manera personal sin ningún tipo de protagonismo político.

Las FFAA y la virgen de Suyapa, transmisiones religiosas en el canal del Estado, las dispensas tributarias para las Iglesias, discursos políticos desde el pulpito, penalización de anticonceptivos de emergencia (PAE), subsidios, oraciones en todo acto público, asistencia de pastores o curas a sesiones legislativas o de ministros y la actual reincorporación de las Iglesias a la administración de la Educación, son solo pequeños indicadoras de la comunión que existe entre las Religiones y el Estado.

¿Es Honduras un Estado Laico? ¿Se debe respetar el principio de Laicicidad? ¿Por qué las iglesias no deben tener injerencia en el Sistema Educativa? Estas y más preguntas quedan para discusión. 






Importancia de la Sociología en Educación



El proceso educativo no se desarrolla aisladamente, es un fenómeno social que involucra a educadores y educandos, dentro de un contexto histórico y socio cultural determinado.
La Sociología, que se ocupa de conocer la sociedad, puede brindar un valioso instrumento para entender ciertos hechos que favorecen o dificultan el aprendizaje escolar, y la tarea de enseñanza: los problemas de conducta, la violencia escolar, la apatía, el desinterés por aprender, la discriminación, la deserción escolar, etcétera, aplicando un análisis macro sociológico, al estudio micro sociológico de la realidad áulica.
Todos conocemos la influencia de la sociedad en el individuo, en ese caso en educadores y educandos, pero la Sociología estudia este campo de modo sistemático, explicando la realidad y prediciendo sucesos.
La Sociología de la Educación estudia la institución escolar en su estructura y como dinámica en sí misma, y relacionada con otras instituciones, como la familia, el Estado, los clubes, y demás situaciones y hechos.
La escuela es un reflejo de lo que se vive afuera de ella. Los niños traen a la escuela los conflictos familiares, los que tienen con sus vecinos, que muchas veces son sus compañeros de curso; los problemas económicos (si sus padres no tienen trabajo, o les pagan poco), los mensajes violentos que observan en la calle, en su propio hogar, o que les transmiten los medios masivos de comunicación o los video juegos.
Educar en el siglo XXI no es tarea fácil, y eso se debe al cambio social operado en las últimas décadas. Gran cantidad de inmigrantes, requiere incorporar al currículum el tema de la aceptación de los compañeros extranjeros y su integración; la violencia social amerita un tratamiento del diálogo como mecanismo de resolución de conflictos; los mensajes que los medios de comunicación transmiten exigen un debate crítico y la sociedad democrática necesita que desde la educación, se fomente el diálogo, la cooperación, la escucha activa y la opinión fundada.